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Capítlo I "El Duelo"

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Mensaje por Albus_Dumbledore Vie 19 Sep 2008 - 20:39

Autor: Juan Carlos Torrado

Hola! actualizo un poco el foro con una historia de un amigo que ha empezado a escribir hace poco. No se sabe el número de capítulos que tendrá pero d emomento tiene muy buena pinta,espero que lo disfruteis tanto como yo.
1.El Duelo

A través de la niebla, Eubans sólo veía su sombra.
El terreno era firme, y se sentía cálido bajo los pies. La tensión del momento provocaba que Eubans sudara bajo la ornamentada capa doble que portaba con elegancia. Todos sus sentidos estaban en alerta, y aun así parecía que la niebla pareciera más espesa a medida que pasaban los segundos.
De repente, la niebla se disipó parcialmente dejando despejado un pequeño espacio de unos cinco metros de radio. Y Eubans supo que ahora empezaba todo. Hizo lo posible por escuchar la respiración de su contrincante, con el fin de localizarla, pero, para su desgracia, su oponente era tan silenciosa como él, y no estaba dispuesta a proporcionarle ninguna ventaja.
Ambos comenzaron su letanía al unísono.
“Rea-Sun asterai, Zandril corp, monq’ue rai’lam”
“Vay’lla estrea, geila faurex, Jega kiammu’yam”
Las invocaciones de ambos contrincantes surtieron efecto. Eubans contempló satisfecho cómo aparecía ante él el espíritu que había invocado para el duelo. Cuando el intercambio de energías mágicas hubo terminado, en el claro se erguía imponente una figura encapuchada y enfundada en una amplia túnica beige que portaba majestuosamente y en una posición defensiva dos sables curvos que refulgían como dos relámpagos, soltando chispas al contacto con el aire. La invocación del Ermitaño Boreal había sido todo un éxito.
Sólo quedaba por ver qué invocación había escogido ella para comenzar el duelo.
Frente al Ermitaño se comenzó a desdibujar la silueta de un personaje de semblante serio armado con una alabarda tan larga como su misma figura. Iba ataviado con una armadura ligera que dejaba al descubierto sus brazos y su torso. La única protección que llevaba en la cabeza era una cinta alrededor del cráneo afeitado que coronaba un rostro curtido por interminables batallas. Así fue como la oponente de Eubans había invocado al temible Monje Estepario.
Los dos invocados se estudiaron mutuamente, pensando posibles estrategias para derrotar al contrario y buscar sus puntos débiles. A continuación, rodearon el perímetro del claro mirándose fijamente, atentos a cualquier movimiento que el enemigo pudiera hacer.
El Monje Estepario se abalanzó contra el Ermitaño Boreal, con la intención de incrustar su lanza en el pecho de su enemigo, pero fracasó. El Ermitaño le esperaba con sus espadas agarradas firmemente en posición horizontal delante de su cuerpo. De esa forma, bloqueó la lanza del Monje y se quedaron en la misma posición luchando en una batalla de fuerza, a la espera de que alguno de los dos flaqueara y no tuviera fuerza suficiente para seguir bloqueando al otro. Por un momento, parecía que el Monje iba a conseguir romper la defensa del Ermitaño, pero en el último momento, éste se escabulló ejecutando una ágil pirueta que lo situó en uno de los laterales del Monje. Aprovechó que éste último había perdido el equilibrio para arremeter con sus espadas hacia él. Pero el Monje recuperó la compostura rápidamente y supo responder al Ermitaño. Los dos se enzarzaron en una frenética danza mortal que era difícil seguir con la vista. El Ermitaño parecía que bailaba, ejecutando paradas y ataques contra la lanza del Monje, intentando desarmarlo, pero éste arremetía contra el ermitaño haciendo alarde de gran fuerza y velocidad, mientras que el Ermitaño lo hacía con su sutileza, elegancia y precisión en sus estocadas.
Tras casi una hora de lucha ininterrumpida e igualada, llegaron a un punto muerto. Los contrincantes se habían acorralado mutuamente: las espadas del Ermitaño alrededor del cuello del Monje y la lanza de éste apuntando al corazón del Ermitaño.
Por lo tanto, los invocadores no tuvieron más remedio que desinvocarlos y comenzar la lucha directa.
La niebla se disipó por completo y Eubans divisó a su contrincante a una distancia no muy lejana:
-Pensabas que iba a ser más fácil, ¿no, Eubans? Pues ya ves, no todos somos tan incompetentes como tus antiguos compañeros de duelo, deberías decírselo a tu Maestro para que te preparara mejor. Todavía estás a tiempo de retirarte, pues has de saber que soy una de las mejores Hechiceras de Magia Lumínica de toda la Basílica, lo cual te deja en bastante peor lugar, ¿no crees?
-Pues habréis de saber, mi queridísima Tai’Llos, que aun embriagado por vuestra exuberante belleza y sin poner en duda vuestro talento, soy capaz de disipar vuestras lucecitas con cualquier conjuro de mi repertorio, y todo eso gracias a las enseñanzas de mi honorable Maestro, cuyo criterio no deberíais poner en duda –respondió Eubans.
-Cualquier día esa palabrería tuya te pondrá en un serio aprieto –replicó Tai’Llos.
-Y quizá ser tan pretenciosa también lo sea, Tai’Llos –respondió irónicamente Eubans.
-¿Y si dejamos la cháchara para luego, Eubans?
-Entonces sería un duelo muy aburrido, vieja amiga.
-Vaya, no eras tan locuaz ayer por la noche, ¿verdad? –añadió ella guiñándole un ojo.
Se oyó un murmullo parecido a una carcajada, señal de que al público, invisible para los duelistas, le había hecho gracia el comentario de Tai’Llos. Eubans se ruborizó y entornó los ojos fulminando a Tai’Llos con una mirada cargada de odio. “Sabe aprovechar la presencia del público para avergonzarme, pero esta vez no se lo voy a permitir”, pensó Eubans. Tai’Llos era una mujer muy exótica, su larga melena negra despedía una fragancia que aturdía a Eubans, y coronaba un cuerpo esbelto y bien proporcionado de piel negra como el ébano. Y para martirio de Eubans, había escogido para la ocasión una túnica blanca decorada con runas e intrincados detalles que no dejaba lugar a la imaginación. “Me ha vencido en duelo demasiadas veces, es hora de que la derrote, no debo defraudar al Maestro. Tras cinco derrotas ante Tai’Llos, una sexta supondría convertirme en el hazmerreír de toda la Basílica, teniendo en cuanta que supuestamente Tai’Llos está al mismo nivel que yo”. Eubans decidió poner en su lugar a Tai’Llos ante el público antes de comenzar esta segunda fase del duelo:
-No te atrevas a poner en duda mi honor, Tai’Llos, puesto que todo el público aquí presente es conocedor de que yo soy fiel a mis votos; sin embargo, tú te dedicas a decorar tu lecho cada noche con dos o tres acompañantes, ¿o me equivoco?
La carcajada del público hizo retumbar la barrera que delimitaba el recinto del duelo, y la piel negra de Tai’Llos adquirió un matiz rojizo, muestra de su furia.
-¡Ahí te has pasado, Eubans de L’Aiser, y te arrepentirás cuando te venza, mequetrefe! ¡¡¡Dextra kaia!!! –entonó ella dirigiendo las palmas de sus manos hacia Eubans.
Ante ella apareció una lámina de furiosa luz blanca, que se combó hasta hacerse cóncava en dirección a Eubans. Con un discreto movimiento de muñeca, la barrera lumínica se dirigió violentamente hacia él.
“Ha empleado gran parte de su furia en ese conjuro, si me alcanza quedaré casi derrotado”. Haciendo un elaborado gesto con las manos, Eubans pronunció:
-¡Tar-shid hammea!
Ante él surgió del suelo un escudo eléctrico plano decorado en el centro con una especie de estrella anaranjada que levitaba en torno a los rayos que formaban el escudo, alzándose hasta varios metros por encima del suelo y protegiendo a Eubans.”El Blasón de Faurex consume demasiadas energías, pero creo que es lo único que podría detener un conjuro con tanta potencia”. Cuando el ataque de luz de Tai’Llos alcanzó el Blasón de Faurex creado por Eubans, se produjo un sonido que hizo que se estremeciera todo el recinto de duelo. Por unos instantes, el público expectante dudaba que el Blasón resistiera el impacto, pero resistió mientras el agresivo golpe de luz perdía potencia. Cuando el ataque de Tai’Llos se disipó por completo, el escudo cayó hundiéndose de nuevo en el suelo, tal y como había surgido.
Ambos contrincantes se miraron mientras se recuperaban un poco, debilitados parcialmente por tal despliegue de poder. Pero Tai’Llos no iba a dejarle un respiro a Eubans, y comenzó a preparar otro hechizo entonando una rápida salmodia:
-Rauni ohm-pakrham, rauni ohm-lieurth, yaire-laius mirrea cbus…
Eubans no perdió el tiempo y comento a tejer su siguiente sortilegio:
-Osirrhia dassea, tormess-jhun, sandreg-gai malandre rhum…
El hechizo de Eubans se completó antes que el de Tai’Llos, y el recinto de duelo quedó cubierto por una densa capa de nubes cargadas eléctricamente, que despedían violentos rayos de forma aleatoria sobre la zona donde se movía Tai’Llos, obligándola a desplazarse continuamente y desviando parcialmente su concentración. Además le confería otra ventaja a Eubans, ya que al oscurecer el recinto, facilitaba la visión de los luminosos conjuros de Tai’Llos, ayudándole a esquivarlos. “El Maestro Jesspai se sentiría orgulloso de mi elección”, se dijo Eubans satisfecho. Unos segundos después, Tai’Llos terminó su letanía y aparecieron repartidos por toda la zona unos espejos rectangulares que reflejaban la luz en todas direcciones. Eubans se sintió perdido y un poco desorientado ante tanta imagen reflejada. En una ocasión, uno de los relámpagos emitidos por la tormenta se estampó contra uno de los espejos y se reflejó, rebotando sucesivamente en varios espejos hasta lanzarse violentamente sobre Eubans, pero éste, instruido en el Arte de la Magia Eléctrica tanto teórica como prácticamente, supo calcular en décimas de segundo dónde se reflejaría el rayo, y cuando estuvo a escasos metros de su cuerpo, alzó elegantemente los dedos índice y corazón hacia el rayo, que fue absorbido por su mano y acumulado ahí, mientras Eubans mantenía el gesto conteniendo el poder eléctrico del relámpago. Dirigió su mano en la dirección que le pareció conveniente y soltó el rayo que, con su potencia amplificada, destrozó los espejos que encontraba a su paso produciéndose un sonido estrepitoso al caer todos los fragmentos de cristal sobre el suelo del recinto de duelo. Cuando el rayo perdió toda la potencia se disipó en el ambiente dejando a su paso una estela de cristales rotos.
Pero Tai’Llos no se iba a dar por vencida tan fácilmente, y menos aún sin haberla dañado, aunque admitió para sí que el chico lo estaba haciendo notablemente mejor que otras veces.
Varios rayos más se reflejaron en el campo de espejos, y todas esas veces Eubans los absorbió y redirigió destruyendo varias decenas de los espejos conjurados por Tai’Llos, sin darle tregua. Eubans no tenía ni un minuto de descanso, y Tai’Llos se dedicaba a moverse entre el recinto sembrado de espejos reconstruyendo los destrozados mágicamente, aunque no al mismo ritmo al que Eubans los destrozaba. Tras varios minutos de reparación inútil, Tai’Llos lo dejó por perdido y dejó de repararlos justo en el momento en el que la tormenta perdió fuerza y dejó de emitir descargas. El campo estaba sembrado de cristales rotos y quedaban en pie alrededor de una docena de ellos que estaban enteros, o como mínimo, en pie. Entonces Tai’Llos, dispuesta a vencer rápidamente a Eubans, rugió:
-¡¡¡Xaullia Lhuminaria!!!
Comenzó a ejecutar extraños y complicados gestos con los dedos de las manos, iluminadas de un blanco cegador. Luego las alzó hacia arriba, donde se comenzó a formar un enjambre de lucecitas que orbitaban las palmas de la maga. Cuando bajó las manos, las luces adquirieron una velocidad de vértigo y salieron disparadas en todas direcciones, rebotando en los pocos espejos que quedaban pero adquiriendo más fuerza al hacerlo. Eubans iba absorbiéndolos sin un minuto de descanso, asediado por la velocidad de aquellas partículas. Varias veces erró en su cálculo y algunas luces impactaron en su cuerpo produciéndole un dolor agudo y lacerante. Cuando no pudo más, cayó al suelo desplomado.
-Vaya, vaya, así que aquí nuestro amigo el honorable mago ha sucumbido a mis luminarias… Levántate y ríndete con dignidad, Eubans, no pierdas tirado ahí en el suelo entre cristales rotos –proclamó Tai’Llos con una gran sonrisa en los labios.
Con gran esfuerzo Eubans se levantó tambaleándose y sangrando debido a los cortes y las heridas que le habían producido los cristales rotos y las partículas lumínicas.
Miró fijamente a Tai’Llos y dijo:
-No pongo en duda tu gran talento en la Magia Luminosa, Tai’Llos, y sobre todo después de este despliegue de poder. Por tanto, me inclino ante ti como muestra de sumisión y admiración por tu destreza.
Con gran galantería hizo una exagerada reverencia ante la maga, mientras que con la mano derecha apuntaba a un espejo que había quedado detrás. Con gran furia exclamó:
-¡¡¡Zatter Lhuminaria Tua!!!
Entonces, toda la energía acumulada por las luminarias absorbidas del ataque de Tai’Llos fue liberada hacia el espejo que tenía detrás Eubans, rebotó y pasó por encima de él, dando de lleno a Tai’Llos, que estaba convencida de su victoria.
Se oyó una voz por encima de todos:
-¡Tai’Llos de la Escuela Lumínica de la Basílica Hauster ha sido vencida por Eubans de L’Aiser de la Escuela del Rayo, de la misma basílica!
El público estalló en vítores y aplausos, y Eubans se sintió el hombre más afortunado del Mundo Superior. Pero el momento de gloria duró poco, ya que un oficial de la Basílica se acercó a Eubans sigilosamente:
-Eubans, tienes que venir a la Capilla Secunda, hay problemas con tu hermano…



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